Si, es cierto, debería haber tomado un curso (o dos) de administración de palabras, administración de ideas, administración de esfuerzos, administración de tiempos y, también, administración de dinero.
Ayer fui a iniciarme como maestra de calle en el Zócalo con viejos comunistas,vendedoras ambulantes, sindicalistas del SME, transeúntes, personas que sienten que el espacio público todavía es la plaza... qué difícil lidiar con el desconocimiento, la mezcla de conocimientos sin ton ni son, el hambre de conocimiento. Terminé hablando de feminismo ¡con puros hombres!
Y sólo pude insistir sobre el hecho que el capitalismo miente, pues afirma que paga toda la fuerza de trabajo que utiliza cuando para su propia existencia necesita que el 50% del trabajo mundial sea realizado de forma gratuita, ergo esclava: el trabajo de la reposición de la vida.
También se le llama trabajo doméstico, aunque la economía capitalista patriarcal dice que no es trabajo, sino una labor propia -sexualmente determinada- del ama de casa, trabajadora invisibilizada por una intrincada historia de las ideas que se remonta al siglo XV, cuando la construcción de las mujeres como enemigas domésticas, brujas que hay que sacar de la cocina a la plaza pública para quemarlas, y de los hombres como pauperizados dueños de un status de masculinidad, es decir sujetos de la explotación salarial sobre los que pesa el imperativo de ser agresivos y hábiles, capaces de control sobre sí mismos.
Reposición de la vida: producción de la futura mano de obra mediante trabajo físico (parirlos, amamantarlos) y trabajo intelectual (ordenarlos por géneros, clases, capacidades) mediante el despliegue de actividades diversas: afectos, preparación de comidas, exposición de camisas lavadas, sábanas planchadas, higiéne, cuidado de las personas debilitadas por la explotación, las enfermedades o la edad, relaciones sociales y conexas (tejidos, costuras, conservas, chismes).
Trabajo esclavo de un sistema económico nacido en un clima de ajusticiamiento de la libertad, desencantamiento del mundo y muerte de la magia, ordenamiento de los tiempos -¿si no cómo se llegaría a comer tres veces al día y no cuando se tiene hambre?-, demonización de los saberes colectivos, exaltación del individuo, criminalización de cualquier actividad sexual que no lleve a la procreación, racionalización de la explotación, castigo de los placeres y el ocio, cercamiento de la rebeldía campesina, centralización del poder en el estado y disciplinamiento de los cuerpos -¿la humanidad se ha vuelto estreñida con el capitalismo? Para mí esta es una pregunta fundamental para la historia de las ideas.
Y sólo pude insistir sobre el hecho que el capitalismo miente, pues afirma que paga toda la fuerza de trabajo que utiliza cuando para su propia existencia necesita que el 50% del trabajo mundial sea realizado de forma gratuita, ergo esclava: el trabajo de la reposición de la vida.
También se le llama trabajo doméstico, aunque la economía capitalista patriarcal dice que no es trabajo, sino una labor propia -sexualmente determinada- del ama de casa, trabajadora invisibilizada por una intrincada historia de las ideas que se remonta al siglo XV, cuando la construcción de las mujeres como enemigas domésticas, brujas que hay que sacar de la cocina a la plaza pública para quemarlas, y de los hombres como pauperizados dueños de un status de masculinidad, es decir sujetos de la explotación salarial sobre los que pesa el imperativo de ser agresivos y hábiles, capaces de control sobre sí mismos.
Reposición de la vida: producción de la futura mano de obra mediante trabajo físico (parirlos, amamantarlos) y trabajo intelectual (ordenarlos por géneros, clases, capacidades) mediante el despliegue de actividades diversas: afectos, preparación de comidas, exposición de camisas lavadas, sábanas planchadas, higiéne, cuidado de las personas debilitadas por la explotación, las enfermedades o la edad, relaciones sociales y conexas (tejidos, costuras, conservas, chismes).
Trabajo esclavo de un sistema económico nacido en un clima de ajusticiamiento de la libertad, desencantamiento del mundo y muerte de la magia, ordenamiento de los tiempos -¿si no cómo se llegaría a comer tres veces al día y no cuando se tiene hambre?-, demonización de los saberes colectivos, exaltación del individuo, criminalización de cualquier actividad sexual que no lleve a la procreación, racionalización de la explotación, castigo de los placeres y el ocio, cercamiento de la rebeldía campesina, centralización del poder en el estado y disciplinamiento de los cuerpos -¿la humanidad se ha vuelto estreñida con el capitalismo? Para mí esta es una pregunta fundamental para la historia de las ideas.
Qué satisfacción de ser maestra, qué espesor de la comunicación. Desde hacía muchos años que la universidad no me hacía sentir así. Haber dejado la UACM ayer se me reveló aún más como un acierto.
Escuché las más estrafalarias interpretaciones de la historia de México. Ningún historiador, ninguna cronista sabe, como el señor que tomó la palabra al final de la charla, que el licenciado (que conste que no era general) Lázaro Cárdenas se trajo a los hijos de los muertos de hambre, de los pordioseros españoles para que las aztecas los pudieran adoptar, engreirse y mejorar la raza. A los viejos comunistas (tan reconocibles entre el público por su entrañable escueta estética de existencialistas soviéticos) casi se les saltan los ojos de la cabeza!!! Pero cómo no, si hasta yo, que no creo sorprenderme fácilmente, quedé impresionada.
En fin, ayer me convencí que terminaré el libro que empecé a escribir mientras viajaba y recababa la información, manteniéndome viva en la calle. Creo que esta reflexión sobre los saberes y las propuestas de los feminismos de las mujeres indígenas puede ser una de las mejores cosas que escriba. Y eso porque no es mío, es fruto de un diálogo.
Cada vez siento que las morales, las "agendas" (listas de deber ser y deber lograr y deber imponer), me oprimen más. Nací al feminismo porque iba en busca de mi autonomía, de la autonomía de mi colectivo, que era el colectivo femenino. No me reconozco en los grupos de mujeres que se erigen en representantes o intérpretes de las necesidades de todas. No siento ninguna simpatía por las feministas que hacen lobby para organizar demandas que ya no son las de un colectivo que las reconoce en diálogo. Hoy no puedo aceptar el totalitarismo de la esfera pública que se manifiesta en el feminismo que impone sus "agendas" a estados y organismos internacionales. Me encantan las Marchas de las Putas, los bailes en los bancos, las sentadas en las plazas, que se suceden en el mundo y que desmienten las agendas. Me encantan las reflexiones de las más jóvenes repentinamente conscientes de su estética normalizada, me encanta que nos desobedezcamos en cada enamoramiento.
Sigo buscando escuchar para renombrar el mundo. Sigo renombrando el mundo porque espero que la magia de la palabra lo vuelva a encantar. Sigo encantando al mundo para que la dictadura de la racionalidad masculina, única como la verdad que intenta imponer, muestre su ridículo rostro ante la divina Babel y se desmorone.
Mientras, pondré en duda toda validez del lugar de emisión del mensaje hegemónico. Acompañaré a Helena a la escuela caminando y dándonos el tiempo de preguntas filosóficas, momentos de autoconciencia peripatética. Buscaré a los amigos. Venderé mis novelas, leeré mis poemas, me volveré rica de inspiraciones. Dormiré más y mejor. Cuestionaré el valor de todas las categorías y lo reconoceré cuando su uso me convenza. Iré al cine, al teatro, a exposiciones. Beberé alcohol sólo si me da la gana y no para ser aceptada ni para ahogar dolores. Avanzaré, me detendré, circunnavegaré las palabras emitidas y escuchadas, abriré rutas y regresaré sobre mis pasos, sembraré, comeré, cagaré. Intentaré que quien cocine mejor que yo lo haga por mí y a cambio lavaré los platos. Intercambiaré trabajos antes que pagarlos, los pagaré antes que explotar a quien los realiza. Diré no en ocasiones y sí en otras.
Y también aceptaré contados trabajitos free lance por el mundo.
Caramba, me parece que hice un listado.... Los seres humanos tropezamos una y otra vez en la misma piedra. Soy humana. Ojalá un día me convierta en tierra. En árbol, mezquite u olivo.
Que cosa bella, emotiva, resplandeciente, básica y maravillosa que escribes y eres. Besos. Paponete
ResponderEliminar