jueves, 16 de septiembre de 2010

Las estudiantes y la huelga en la Universidad San Carlos de Guatemala

Desde hace dos meses, las y los estudiantes de la Universidad Nacional San Carlos, en Guatemala, están en huelga para defender la autonomía de la misma, acabar con los exámenes de admisión que, aquí como en todo el mundo, no son otra cosa que filtros para garantizar no la calidad de los estudios, sino el gasto presupuestario de la administración; eso es, son exámenes para la exclusión de las y los más en pos de la exclusividad de pocos/as privilegiados/as. La situación de las mujeres, estudiantes y maestras, se devela en toda su crudeza durante esta "crisis".
Mejor que yo, la feminsita guatemalteca y maestra Ana Silvia Monzón explica que piden las estudiantes guatemaltecas:
UPA, EPA y ¿MUPA?
Ana Silvia Monzón
 "No es el poder lo que corrompe sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a los que lo detentan y el miedo al látigo del poder corrompe a los que están sujetos al mismo". 
Aung San Suu Kyi, Premio Nóbel de la Paz
Las mujeres universitarias venimos elaborando, desde hace dos décadas, una serie de planteamientos, demandas y reivindicaciones que si bien se enfocan en la situación y condiciòn de las mujeres, no desconocen el entorno sancarlista ni las condiciones sociales que continúan excluyendo a las mujeres, sobre todo indígenas, ladinas y mestizas rurales, cuyo acceso, permanencia y egreso de los estudios superiores sigue siendo limitado por cuestiones económicas, políticas y culturales.
En los varios diagnósticos realizados para perfilar la situación de las mujeres en la Universidad se revela la exclusión, discriminación y marginación, así como los casos de violencia, acoso sexual y laboral, por razones de género y etnia.  Se ha identificado la ausencia de democracia en las estructuras universitarias, de manera que son escasísimas las mujeres con algún nivel de decisión académico-administrativa en una universidad donde, en más de trescientos años, sólo ha habido dos decanas, ninguna rectora, dos o tres directoras de Escuela y/o de Centros Regionales, y excepcionales representantes en el Consejo Superior Universitario.
Durante tres lustros la exposición de esta realidad fue negada, descalificada y por supuesto no atendida. Cuando finalmente se logró un espacio institucional para promover las reivindicaciones de las mujeres, se sentaron las bases para realizar otros cambios necesarios que, sin embargo, aún no se han dado: una política de equidad de género, una agenda de investigación, una propuesta para contar con un sistema de información universitaria con enfoque de género/etnia que permita establecer quienes componen la comunidad universitaria, así como el monitoreo de los procesos que, quienes ejerzan cargos de dirección universitaria, deben promover para garantizar equidad y apertura democrática en el gobierno universitario.
En ese marco y siguiendo esa línea de pensamiento, se presentó este año una Agenda político-académica de las mujeres universitarias que reitera los planteamientos anteriores y, ante la evidencia de que la  situación de las universitarias (estudiantes, docentes, extensionistas, investigadores y administrativas) no es ajena a la discriminación, vulnerabilidad y los riesgos a que están expuestas las mujeres en Guatemala, planteó  "crear una Defensoría Universitaria de Derechos Humanos, que contemple la observancia y garantía de los derechos de la comunidad universitaria, particularmente de las mujeres, indígenas y afrodescendientes al interior de la Universidad".
Estos son sólo algunos puntos de las discusiones que las universitarias hemos visibilizado, y que en el momento actual que se califica como una "crisis" adquieren plena vigencia porque se conectan con las demandas de transformaciones en la USAC a todo nivel.
Diversos espacios se han conformado en estos días  para poner nombre a malestares que incluyen violaciones a derechos laborales, a la libertad de expresión, aguante, conformidad y silencio.  Situaciones que, combinadas, han limitado la movilización y organización para hacer frente a los poderes instaurados en la Universidad.
Y este despertar es una ganancia de la "crisis" que, si se logra potenciar, dará lugar a los cambios que urgen en nuestra Universidad afectada, como otras universidades públicas en Latinoamérica, por la pretendida hegemonía del pensamiento único que no admite disidencias, cuestionamientos ni diversidades y que, en el plano económico, todo lo que toca lo convierte en mercancía.  Para muestra basta observar la situación actual en la Universidad Autónoma de Honduras y en las universidades públicas de Costa Rica.
Las voces de las mujeres y su presencia es innegable  en esta "crisis", sobre todo su postura de rechazo a la violencia ante actos deleznables como los golpes propinados por funcionarios y profesores a estudiantes en condición de desventaja, y ante voces airadas que demandan el desalojo de las/los estudiantes de EPA.
Ya surgió EPA-Estudiantes por la Autonomía, ahora UPA -Unión de Profesores por la Autonomía, cuándo surgirá MUPA? Mujeres por la Autonomía? porque siendo consecuentes con las acciones realizadas desde hace dos décadas, esa visión no debe faltar...la Autonomía sin las mujeres no va.
15-9-2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Un quince de septiembre en Guatemala

Agotadas, eso es: estamos agotadas.
De emociones, de voces que necesitamos entender, de ese placer de aprender que nos lleva a escuchar historias de fuerzas femeninas más poderosas que el dolor y a sentir en carne viva el dolor de los miles de muertos que han abonado la historia de Guatemala. Una historia que trae hasta el presente la Conquista, la continuidad de la Colonia. Una historia que está también en las cajas de cartón repletas de los restos de seres humanos, todos indígenas, que abarrotan los pasillos y los cuartos de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, donde trabaja Ofelia Chirix, antropóloga feminista kakchiquel, convencida que la justicia nace del entendimiento de las razones de la sinrazón y de la sensibilidad en el trato con las personas.
Agotadas porque la historia no puede beberse a sorbos demasiado grandes. Es demasiado fría y da dolor de cabeza. O es demasiado caliente y te quema la lengua.
Después de salir el 11 de Xelajú, donde en diálogo con Sakirival Aguilar, Angelina Curruchiche y Mayra Leyva, analizamos la necesidad de entender la construcción de las élites indígenas, Maya Cu, nuestra querida amiga poeta, en Ciudad de Guatemala nos ha llevado a la Casa Roja, ese Libre Café que dirige Poncho, amante del cine, feministo como mi Coquena, amigo de las poetas, hombre suave que sabe preparar café.
Ahí el 12 de septiembre tuvimos un primer maravilloso convesatorio con Estela Cujum, quien sostiene que definirse maya en la sociedad guatemalteca contemporánea implica una posición política y asumir compromisos, la propia Maya, quien afirma que le urge reconocer a otras mujeres para construir su pensamiento, a Adela Delgado Pop, educadora popular feminista queqchí que se asume como una mujer maya con derecho a decidir si usa o no su traje tradicional, a la antropóloga y poeta Dorotea Gómez que por ser feminista y quiché ha llegado a analizar cómo ninguna definición de pueblo implica homogeneidad ya que en todos hay jerarquía de clases y a Quimi de León, de Voces de Mujer, que se cuestiona mucho definirse desde toda forma de identificación pues la cuestiona la pertenencia a cualquier comunidad, a Lili Muñoz, socióloga y feminista en construcción permanente que pone en duda la posibilidad de una definición étnica del mestizaje, y Anaité Galeotti quien se define des-latina para construirse en una identidad antirracista sin negar que es mestiza.
La conversa, esa manera de hablar hasta que la lengua se da vuelta sola en la boca, duró toda la tarde y se prolongó hasta la noche, que es una especie de territorio deshabitado en Centroamérica, donde las calles se vacían al ponerse el sol. En ella Gladys, quien nos acompañó, intervino en varias ocasiones criticando el liberalismo del feminismo "imperante", aquel que reivindica la igualdad moderna y homogeiniza equivocadamente las necesidades de las mujeres.
No sé ni siquiera cómo le haré para desgrabar esa charla que saltaba de un punto a otro, todos fundamentales por demás.
Pero la necesidad de digerir lo escuchado se enfrentó a la imposibilidad de abstenerse de comer, hasta provocarnos una verdadera indigestión de saberes. El 13 de septiembre tuvimos un gran encuentro con Emma Chirix, feminista kakchiquel que sostiene que lo individual nunca se desconecta de lo colectivo, así como lo privado nunca está separado de lo político. Esta maestra, enfermera, socióloga que estuvo entre las fundadoras de Kakla, el primer grupo feminista maya, tiene una historia que en sí misma es un libro de sociología. Su crecimiento como persona pasó siempre por la organización, la crítica y la acción. Con ella hablamos de sexualidad, cuerpo, represión, educación, confrontación entre mujeres y pasamos de afirmar que la imposición de la higiene es siempre un dispositivo normativo, pues regula como la estética qué es limpio, qué es aceptable, qué es lo que debe purificarse ante de entrar en contacto con los poderosos, hasta el analizar la educación desde el contraste -cuando no la contradicción- entre las actitudes de verdaderos afectos y las de caridad.
Por la tarde, la clase de dignidad que nos proporcionó la revolucionaria Yola Colom, escritora del propio paso sobre la tierra, solidaria amiga del recuerdo de su pareja, el filósofo poeta y dirigente revolucionario Mario Payeras, maestra popular comprensiva y capaz nos mantuvo con la nariz levantada hacia su rostro por otras cuatro horas.
Con ella entendimos perfectamente que hay que hacer cuando se es mestizas o inmigrantes o de algun modo no definidas desde la alteridad: hay que identificarse. Porque como lo dijeron Lili, y Paula, y Melissa que vino de Honduras para acompañarnos, y la historiadora Ana Silvia Monzón, la misma Helana y yo: quien no está en la situación de subalternidad construida por la cultura dominante (las ladinas, las mestizas, pues)  es la única que tiene el derecho a no identificarse, a confundirse con la norma, a universalizarse, y ese supuesto anonimato es el primer rasgo de dominación sobre los otros pueblos.
Gustavo, ¿dónde estás? ¿te sirve esto para tus estudios sobre estética? Caray, ¡cómo pensamos en las lecturas que tenemos de las ideas de Gustavo Cruz hoy!!!! ¿Te zumbaron los oídos en México?
En fin, eso es algo del porqué estamos agotadas.
Y las historias de Honduras, y los desamores que nos acompañan, las nostalgias que atraviesan a Helena por su papá y por su tortuga Tommaso....
Así que hoy, para despedirnos de Gladys que volvía a Totonicapán, decidimos tomarnos el día de la Independencia de Guatemala (¿qué Independencia, pues?) para pasear. A última hora Maya Cu no pudo acompañarnos y Melissa decidió ir a entrevistar a las estudiantes en huelga de la Universidad San Carlos (fundada en 1675).
Con Helena y Gladys nos subimos a una camioneta a las 6.30 de la mañana. La ciudad despertaba entre bandas de escuela, trombones, adolescentes vestidos de mosqueteros, de bomberos, de generales, cohetes y gritos de algarabía. Llegamos a La Antigua, bella y festiva. A las 8.30 vimos dos espléndidas muestras de fotografía guatemlateca contemporánea, una dedicada al pueblo garífuna y otra a las tribus urbanas, luego desayunamos en el mercado y salimos de las calles atiborradas de más fiesta patriotera. Paso tras paso, discutimos, dialogamos, nos soltamos a llorar ante nuestra despedida. Caray, cómo se le puede querer a la inteligentísima Gladys Tzul, siempre atenta a las palabras, a los libros, a la colonialidad de las expresiones académicas, a las construcciones ideológicas... es la persona más llena de vida que hemos conocido en años, ¡una fuerza del deseo de conocer!!! 
Pero qué va, quién dice que después de eso íbamos a poder domir.
Llegamos a la capital de regreso listas para la cama. Esta es la última noche antes de nuestro último día en Guatemala y queremos aprontarnos a despedirnos también de Maya y de Javier Mosquera, el gran amigo de Coque hoy mi amigo, cuando nos dimos cuenta que Meli no estaba, que era tarde, que dónde chingao está...
Meli ha llegado a las 11 de la noche (en Centroamérica es una hora realmente asustadora). Blanca como un trapo. Es que apenas salió de la pensión, por la mañana, ligera y libre rumbo a la Universidad tomada por las estudiantes, quedó atrapada en medio del fuego cruzado de narcos y policías frente a un centro comercial del centro.
La historia de Centroamérica se escribe con sangre: 5 heridos, dos de ellos graves, los 12 guardaespaldas del capo se fugaron con él, ilesos.
Y acaece a la vuelta de la esquina, en el camino de todos los días, durante los festejos patrios, cuando se atreviesa la calle con los niños tomados de la mano.
Por supuesto que después de ese relato no podíamos ya dormirnos.
Se nos ocurrió prender el internet. Claro, cómo no: en Honduras, en San Pedro Sula, un concierto de Café Guancasto, un grupo de rock bastante crítico a los festejos por la Independencia organizados por Pepe Lobo -presidente más que espurio, presidente golpista-, la policía y el ejército decidieron intervenir la fiesta, disparar más de 1000 cartuchos de gases lagrimógenos en la plaza abarrotada, golpear a músicos, viejitos, bailarines y niñas....
Chingá, y ¿quién no va a estar agotada en la historia presente, siempre presente de Nuestra América?


 Gladys Tzul Tzul, Francesca Gargallo, Yolanda Colom y Melissa Cardoza


Día de la Independencia (15 de septiembre)


Melissa Cardoza mostrándome las fotos de desaparecidos
en Guatemala, Ciudad Guatemala

fotos de viaje


En la TAPO, Ciudad de México



La Mesilla


 
 Cantón Paqui







Esquina de Xela Ju, la segunda ciudad más importante de Guatemala










 
América



Desaparecidos en Guatemala



Calles de Almolonga en remodelación por las fuertes lluvias


La evidencia de la gran presencia evangélica en Guatemala



Helena, Gladys y Francesca







Zapatos para el calor de Francesca



 
Ceviche de Almolonga


 
 Mercado de ropa



 
Mercado de comida


 Ya tienes ojos de vaca



Antigua Guatemala



Balones



Arte de calle



Los colores de este país



Guatemala



 
 Barroquísimo

viernes, 10 de septiembre de 2010

De Cantón Paquí a Ciudad Guatemala





                                                     Calles y amigos de Ciudad Guatemala.

10 de septiembre de 2010


Nos despertamos temprano en la casa de la familia de Gladys. Como en Centroamérica no hay horario de verano, son las seis de la mañana y la luz del amanecer baña el patio. La madre de Gladys nos prepara un rico desayuno de huevos, frijol y esos tamalitos sin grasa ni relleno que según Carlos Navarrete son los mismos que comieron olmecas, mayas y zapotecas en el despuntar de la civilización mesoamericana. El arqueólogo, en efecto, nos explicó hace dos años que el comal hizo su aparición apenas en el posclásico, hace unos 800 años aproximadamente, y que este instrumento es el que posibilitó la aparición de las tortillas, aunque el nixtamal es una tecnología alimentaria de más de tres mil años y el maíz se cultive en México y Guatemala desde hace por lo menos seis mil años.

Tomamos un primer camión hasta Cuatro Caminos y ahí esperamos el que nos llevará a Ciudad Guatemala. A nuestro alrededor, decenas de personas esperan los medios de transportes más dispares. Como hay una feria de los animales todos los viernes en Salcajá, frente a nosotras pasan desde señores con un puerquito en un saco echado en los hombros, hasta camiones con ganado cebú. ¡Futuros cadáveres para la mesa de los carnívoros!

El humo de todos los escapes es pestilente aunque el aire a nuestro alrededor baja puro de las montañas de pinos y encinas. Nubes oscuras envuelven personas y puestos de comida al paso de cada camión. Las mujeres que preparan chuchitos, tortillas, platanos fritos, rellenitos y demás delicias están desde muy temprana hora en su trabajo. Miro a las señoras, pienso cómo en toda Centroamérica y México el trabajo de preparar el nixtamal, molerlo, echar las tortillas le toma a cada mujer entre 3 y 4 horas diarias. Sólo las mujeres pueden cocinar, los hombres no saben hacerlo, necesitan de las mujeres para comer, dependen de ellas de la forma más grosera. Ni uno sólo de ellos se dedica a la preparación de su propia comida. Se moriría de hambre de no mantener a las mujeres en el lugar simbólico de las indispensables –y esclavizadas- garantizadoras de su sobrevivencia: madres universales, dispensadoras de alimentos, apresadas sirvientas del fogón en cuya ceniza se enterró su ombligo.
Esta es una faceta de la complementariedad que pocas mujeres indígenas quieren ver. La tortilla es su reino, su habilidad, su gracia; de maíz es la vida, el ser humano mismo; somos lo que comemos y como tales nos entregamos a la vida. Sin lugar a duda, todo ello es verdadero. Lo que lo es menos es que sólo una parte de la humanidad puede actuar porque la otra le debe garantizar la sobrevivencia. ¿De qué me sirve la complementariedad entre los sexos, esta falsa igualdad que se sostiene en la desigualdad de las funciones entre los sexos, si ésta se traduce en que yo y todas las demás debamos trabajar obligatoria y permanentemente para unos hombres que ni siquiera nos ven como personas, tan fácilmente sustituibles por otra tortillera? ¿Qué diferencia concreta se inscribe en el cuerpo de las complementarias mujeres de los pueblos originarios -esas parejas cósmicas sin las cuales no hay ni humanidad ni divinidad- con las mujeres occidentales, secundarias cuando no negadas como copartícipes de toda cosmovisión y construcción social?

Llega el bus, subimos apresuradas, se interrumpen mis pensamientos. La carretera está más despejada de lo que nos esperábamos. Diversas grúas trabajan sin descanso en liberar por lo menos dos carriles de los cuatro de la carretera Interamericana, la que hubiera debido ser la arteria principal del corredor maquilero del siempre detenido plan Puebla-Panamá. El agua se escurre de los costones de roca cortada de los dos lados de la carretera e invariablemente en los deslaves se ven restos de árboles cortados. A pesar de ello en 4 horas y medio llegamos a la capital.

La pensión Meza es un ícono del turismo mochilero de Centroamérica. Según un mito urbano es aquí donde se hospedó el Che Guevara en su famoso viaje en motocicleta de Argentina a México. La verdad es que es una vieja casona de tres patios, varios cuartos abiertos a un jardín interno, con mesas, piletas y bajos precios para que los huéspedes se sonrían y hablen entre sí desde que entran. Un lugar salido del tiempo, un lugar de paz a tres cuadras del Parlamento y en el medio de una ciudad considerada entre las más peligrosas de América.

La Universidad San Carlos está en huelga desde hace un mes para la defensa de su autonomía y los estudiantes se pasean por el centro. Desgraciadamente para nosotras esto redunda en que los museos y los teatros universitarios estén cerrados. Pero no los grupos de trabajo en Derechos Humanos, las organizaciones de mujeres, los grupos activos contra el racismo. Maya Cu, la poeta, nos alcanza en la pensión Meza a la hora de haber llegado y durante la comida (en Centroamérica, ay de nosotras, se come tempranísimo: a la una) nos pone al día de miles de cosas. Desde mañana tendremos trabajos que hacer, vidas que escuchar, ideas que compartir, poemas que leer, conmemoraciones que compartir.

Pero para hoy, no tenemos, no queremos tener más obligaciones ni diversiones que esperar las ocho de la noche cuando llegará el bus de Tegucigalpa donde viaja Melissa.

9 de septiembre de 2010

El primer día de sol después de semanas de lluvia trae imágenes por decir lo menos contrastantes. El verde de las montañas de Totonicapan y Quetzaltenango, dos departamentos de población quiché montañosos y volcánicos, resplandece, pero las calles del pequeños poblado de Almolonga revelan todos los contrastes de una temporada de lluvia añorada y temida. En este pueblo donde la casi totalidad de la población se ha convertido a alguna iglesia neo-evangélica y se dedica de forma familiar e intensiva al cultivo de hortalizas para la exportación a escala centroamericana, los cerros se han desgajado sobre las calles del centro. El sol seca unos cuantos sacos de arena amontonados antes las puertas de casas cuyos habitantes intentaron resguardarse de las aguas, un riachuelo de agua cristalina corre por los costados de la calle, una grúa levanta la arena y el lodo que recubren el asfalto para abrir el paso a los autos; a la vez, el aire levanta una polvareda ocre de la tierra que empieza a secarse por el sol.

Con Helena y Gladys nos fuimos caminando de Xela a Almolonga por la carretera cubierta de escombros. A los dos costados, las huertas de brócolis, cebollas, zanahorias, perejil, se trepan por montañas muy densamente taladas y bajan por barrancos hasta el río, creando a la vez la riqueza de la población y el riesgo de que éste y peores derrumbes se repitan con cada lluvia. De cultivos orgánicos no hay nada: la iglesia evangélica fomenta la superación personal, en forma de trabajo y riqueza, pero desmiente toda información acerca de la agricultura orgánica, el trabajo comunitario y la ecología. Lo que no garantiza ganancias seguras no es verdadero, punto.

Hasta los patios y los jardines son cultivados, por lo demás. Y bajo este sol bizarro que juega con nubes y charcos de agua, el panorama es tan bello como terrible.

Nos dirigimos a las aguas termales que provienen del volcán Santa María. Pagamos 20 quetzales y nos metemos en un cuartito de piedra donde nos bañamos por horas. Mis dolores musculares desaparecen, así como las ronchas que nos brotaron por algo que nos dio alergia y no sabemos si fue una comida o la picadura de algún bicho. Helena y Gladys juegan. Nos contamos nuestros sueños, nuestros proyectos. Al salir el sol está todavía en el cielo. Se abren unas florecitas en las orillas del camino, las mujeres corren con sus niños en los hombros por las calles del pueblo. Cuando llegamos a la estación de autobuses nos prometen que para mañana la carretera a la capital estará despejada y sólo nos tardaremos 8 horas para recorrer 280 kilómetros.


























Dirigiéndonos hacia las aguas termales de Almolonga con algunos contratiempos en el camino a causa de las lluvia.