Ciudad de México, 25 de octubre de 2011
Si me lo permiten, quiero manifestar mi agradecimiento al INMUJERES por haberme concedido la Medalla Omecihuatl:
Queridas todas:
Estoy muy agradecida porque mujeres brillantes y comprometidas con otras mujeres, como las que conforman y laboran en el Instituto de las Mujeres del DF, han pensado otorgarme la medalla Omecihuatl. El nombre mismo me honra, al reconocerme merecedora de ser identificada con una divinidad dual y femenina, señora de nuestra carne, la que está cerca de todas las cosas y a la que todas las cosas se acercan: una creadora dialogante, un ser en relación, la gemela trascendente que transita del día a la noche, del abajo al arriba, del calor al frío. Dadora de vida e inventora de sí misma Omecihuatl y Ometecutli conforman Ometeotl quien mantiene el ritmo oscilante del universo. Permítanme expresar que como migrante, el honor me parece altísimo.
A la vez, estoy muy sorprendida de recibir esta medalla. Como feminista autónoma nunca imaginé el reconocimiento de mujeres que trabajan en una estructura de gobierno, porque yo nunca he laborado ni he considerado a las instituciones del estado como parte de mi quehacer feminista. Pero la sorpresa me agrada muchísimo, espero signifique el reconocimiento mutuo de un hacer desde las mujeres y con las mujeres para la reinvención del mundo y la construcción de relaciones donde el poder como dominio desaparezca.
Pido sinceramente disculpa por no estar, pero me había comprometido con mis compañeras y compañeros de estudio desde hacía cuatro meses para dictar una conferencia magistral en el XVI Congreso Nacional de Filosofía en la ciudad de Toluca. No ir, imposible: hubiera contravenido la confianza que depositaron en una amiga.
Valoro la amistad como el sentimiento de amor más poderoso y político. Por ello agradezco a mi amiga e hija Helena Scully Gargallo y a mi gran amiga, compañera de fantasías y proyectos de cambio para una mejor vida para todas las mujeres, Cristina Renaud, que hayan querido acudir en mi nombre a recibir la medalla Omecihuatl. Las tres compartimos la idea que el feminismo debe reeducar al mundo, pues sólo a través de una cultura no jerárquica desaparecerá el patriarcado como sistema de opresión de la humanidad. Las mujeres tenemos, por lo tanto, el derecho y el deber de destejer los hilos del patriarcado, para gozar de una buena vida, conscientes de nuestro territorio cuerpo con todos sus derechos, primero entre ellos el de su autonomía, que es autodeterminación y definición sin injerencias externas.
Muchísimas gracias
Francesca Gargallo Celentani
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